martes, 20 de octubre de 2009

Dios establece a su pueblo y establece su presencia


25 David dijo: «Desde que el Señor, Dios de Israel, estableció a su pueblo y estableció su residencia para siempre en Jerusalén,26 los levitas ya no tienen que cargar el santuario ni los utensilios que se usan en el culto.»

1 Crónicas 23:25 (NVI)

Dios establece a su pueblo y establece su presencia

Cuando Dios se establece en nuestros corazones no andamos detrás de él buscando su presencia o persiguiendo las señales. No necesitamos de terceros para que “traigan” la presencia de Dios porque Dios ya ha establecido su residencia.

David le dijo a Dios, “Yo quiero que te quedes conmigo para siempre” el día que determinó trasladar el arca del pacto. La vida de un levita y de un adorador está marcada por la presencia permanente de Dios en su vida. No es ocasional, no está sujeta a sentimientos, a ritos o métodos. Su presencia es permanente.

Montar y desmontar el santuario y cargar con los utensilios representa perseguir las manifestaciones de Dios, no importa donde ellas se den. Es tiempo de aprendizaje, de ver modelos, de reconocer cuando Dios se mueve y cuando el hombre manipula. Es un tiempo especial de servicio, pero servir queriendo ser protagonista de las cosas que ocurren en su presencia.

En el tiempo de cargar los utensilios, el creyente está constantemente evaluando su corazón y su vida porque se siente vulnerable a las tinieblas, tiene temor al Señor pero por desconocimiento, teme juicio o castigo por pecados que no recuerde o por mantenerlos ocultos. Revisa su corazón, revisa su mente, sus acciones y sus palabras.

Cuando Dios establece su residencia seguimos revisando nuestra vida con frecuencia pero ya no hay temor. No le tenemos miedo a pecar porque caminamos en santidad e integridad. La integridad no sólo está manifestada en las acciones sino que Dios la puede ver en el corazón. La integridad deja de ser un objetivo para convertirse en un estilo de vida.

Cuando Dios establece su residencia dejamos de evaluar nuestros actos en función de cuánto agradan a los hombres o si ellos aprueban nuestro proceder porque obramos con la seguridad de que caminamos bajo la dirección de nuestro Padre.

10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo,n]"> así también en la tierra.

Mateo 6: 10


Germán Alberto Abreu.-