miércoles, 22 de julio de 2009

El escándalo de Evangélicos Públicos / ¿Qué es lo que realmente tenemos para ofrecer al mundo?


Estos han sido unos meses duros para figuras evangélicas públicas. Descubrimos que Carrie Prejean, Miss California, repentina heroína en el debate sobre el matrimonio gay, posó desnuda a fin de impulsar su carrera de modelo.

Luego fueron los Gosselins, aparentemente una pareja devota quienes sacrificialmente estaban levantando una “enorme” familia en un reality show en el que todos podían ver su testimonio cristiano. Ellos han decidido divorciarse. Ellos expusieron el mantra habitual acerca de hacerlo por el bienestar de los niños- y el corazón de los devotos a lo largo del país se hundió en la desesperación.

En las últimas semanas nos hemos retorcido sobre el gobernador de Carolina del Sur, un cristiano activo, Mark Sanford. Cada día descubrimos más detalles sórdidos de su relación extra marital, con las revelaciones del mismo Sanford, bueno, simplemente demasiada información.

¿Realmente necesitamos saber cuántas veces besó a su amante, y dónde se encontraban, y cuáles reuniones resultaron en “cruces de línea” y así sucesivamente? Ahora se encuentra tratando de justificar espiritualmente su permanencia en el cargo. Esto luce muy narcisista y egoísta.


Es desalentador ver cristianos que pudieron ser modelos de nuestra fe convertirse principalmente en ejemplos de lo que GK Chesterton llama la doctrina sujeta a la prueba empírica: el pecado original.

Hay algo en la psique evangélica que niega esta realidad. Sí, somos un movimiento que predica el arrepentimiento y la confesión del pecado como el principal medio de gracia. Pero después de la conversión, damos patadas a nuestra herencia de santidad. Predicamos, enseñamos, y vivimos "discipulado", "obediencia" y "seguir" a Jesús. Tenemos un miedo mortal a la gracia barata. Asumimos que con suficiente exhortación y esfuerzo moral, nuestros pecados serán más pequeños que los ácaros y nuestra justicia más grande que la vida.


Esto se une al mito de larga tradición evangélica de que debería haber algo diferente en los cristianos. Una mirada. Una actitud. Un estilo de vida. Algo notable, algo que provoque que el incrédulo haga una pausa y se pregunte, "¿Qué es lo que tiene esa persona?" Por el hecho de que esto es parte integral de nuestro método evangelístico, se gastan enormes cantidades de energía psíquica tratando de provocar ese algo.


Pero encontramos, que la mayoría de los días no, que no hay mucho de ese algo. Derramamos nuestro café y dejamos escapar una palabra de cuatro letras, o bebemos demasiado en la fiesta de la oficina, o fallamos en preocuparnos por el bienestar de una vecina que acaba de saber que tiene cáncer. La mayoría de los días, pareciera que no somos demasiado diferentes al resto de la humanidad.

Creo que esto es lo que más nos perturba acerca de los fracasos morales de celebridades. Queremos alguien a quien podamos mirar, que sea modelo para nosotros y para el mundo de la correcta vida cristiana. Pero encontramos que la mayoría de las veces esto no ocurre, esos cristianos públicos son tal y como nosotros- sujetos a indiscreciones juveniles e incapaces de sostener compromisos en medio de tiempos difíciles. Mienten, engañan, y hacen tonterías.

Esto no implica que ser cristiano no es bueno. ¡Tómenme como ejemplo! Soy más paciente, cuidadoso, amable y compasivo hoy de lo que era cuando por primera vez fui tras un llamado al altar hace cuarenta y tantos años atrás. Algunos de estos cambios se deben a la madurez que resulta de cometer un montón de errores, pero algunos también se deben a cuatro décadas de constante discipulado cristiano.

Por otra parte, siempre estoy en medio de algunos no-cristianos que parecen ser tan pacientes, cuidadosos, amables, y compasivos como lo soy yo. Unido a eso esta una creciente conciencia de la real turbulencia en los niveles más profundos de mi ser, en cuanto a lo mucho que sigo siendo egoísta, narcisista, orgulloso, e indiferente (¡sólo pregúntele a mi esposa!). Y luego está la continua hostilidad hacia Dios después de todos estos años (por ejemplo, ¿por qué tan frecuentemente la oración de la mañana se siente más como un deber para salir del paso, si supuestamente amo a Dios?)


A veces me pregunto si volverse “santificado” en esta vida tiene que ver más bien con hacernos cada vez mas consientes de hasta qué punto somos, en las palabras de The
Book of Common Prayer, "miserables pecadores", y que en realidad, "no hay nada bueno en nosotros".


Santificación ciertamente significa todo esto: tener el coraje para enfrentar esa realidad sin retroceder o acobardarse. Este valor proviene de conocer el misericordioso juicio y la humilde gracia de Dios, sabiendo que Dios ha juzgado la fea realidad de nuestras vidas condenándolas a la muerte que les corresponde. Y al mismo tiempo, sabiendo que él nos ha aceptado en toda nuestra sordidez, recibiéndonos como si fuéramos así de justos como a veces pensamos que somos.


Es la aceptación absoluta de Dios hacia nosotros la que nos permite mirar nuestra miserable naturaleza pecaminosa y no apocarnos. Si esto no es el último paso en la santificación, sin duda es un requisito para cualquier otro paso. Y se refiere a todo aquello que la mayoría de nosotros experimentará en esta vida.

Pero para los evangélicos, eso no ha sido suficiente. Nos sentimos obligados a añadir algo a la mezcla del evangelio. Oímos los pasos de la "gracia barata" justo detrás de nosotros, así que tratamos de correr más rápido, más fuerte y más alto, tratando de hacernos aceptables no sólo ante Dios sino ante nuestro prójimo, impulsados en parte por nuestro deseo de ser un buen testigo, que demuestre ese algo.

Note cómo un escritor refleja esto en la debacle de Gosselin. (Dejaré el escritor anónimo, porque mi queja no es con ella.) El sentimiento que ella expresa está muy extendido dentro de nuestro movimiento. Después de sugerir correctamente que los defectos de Jon y Kate son el reflejo de los defectos de nuestro movimiento, ella dice que debemos hacer las cosas de manera diferente: Buscar nuevos modelos de conducta, practicar mejor el perdón, tomar los votos matrimoniales más en serio. Hacer, hacer y hacer. Luego concluye: "Entonces, y sólo entonces, los cristianos tendrán algo que ofrecer al mundo".


El problema, por supuesto, es que no hay evidencias empíricas que sugieran que los cristianos en efecto harán estas cosas consistentemente, ni los cristianos privados, ni los cristianos públicos. Es solo cuestión de meses, tal vez días, antes que otro escándalo sea revelado en la prensa. Tales exhortaciones morales sin duda son necesarias, pero nunca debemos creer que "entonces y sólo entonces" los cristianos tendremos algo "que ofrecer al mundo." Lo que le ofrecemos al mundo no es a nosotros mismos o nuestro ejemplo moral o nuestra integridad espiritual. Lo que ofrecemos al mundo es nuestra vida, diciendo: "Somos pecadores salvados por la gracia." Lo que le ofrecemos al mundo es a Jesucristo y a él crucificado.


Martin Lutero dijo: Sé un pecador y peca con valentía, pero cree y regocíjate en Cristo con más valentía aun. Porque él es victorioso sobre el pecado, la muerte, y en el mundo. Mientras estemos aquí, tenemos que pecar. Esta es la vida, no es la morada de la justicia, pero, como dice Pedro, buscamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habita la justicia. Ora valientemente, tú también eres un pecador muy poderoso.


No se equivoque, esto no es gracia barata. No es barata en lo absoluto- es gratis. Y es lo más precioso que tenemos para ofrecer al mundo.


Marcos Galli es editor senior de la revista Christianity Today.
Es autor de A Great and Terrible Love: A Spiritual Journey into the Attributes of God (Baker).

No hay comentarios.: