lunes, 20 de julio de 2009

Al sur


Sorprende ver como algunas cosas cambian con tan sólo algunos kilómetros de diferencia. Cuando venía en la carretera le comenté a Arturo que por aquí el cielo sí se ve realmente grande.
Nuestras ciudades, convulsionadas y con minutos más cortos a veces nos privan de ver hacia arriba y reconocer el horizonte. Al sur, el horizonte queda lejos. Todo el campo visual se llena de cielo al alzar la mirada.
He conocido todos los estados de este país, y aquí las formaciones de las nubes en la atmósfera son diferentes. Son como motas de algodón abrazadas por pinceladas de cal. Se notan las alturas del cielo con unas nubes arriba de otras y el olor de la brisa hace que los ojos se cierren solos.
Es asunto de observar. La gente mira desde las casas y saludan entre labios. Esa mirada indígena se cuela entre los que parecen más citadinos y es difícil ocultar que no soy de aquí. Si sonríes, sonríen; si agredeces, asientan con la cabeza. Son buenos observadores, típico de quienes hablan poco.
Dicen que este es un pueblo muy ruidoso en la época de carnaval, pero creo que es porque se desquitan del silencio que guardaron durante todo el año.
Queda aún hacer el viaje de regreso y quiero que sea al amanecer. Todo es diferente al amanecer. El día es virgen cuando el sol apenas se asoma, nada luce cansado y todo luce radiante. El sol se esmera en pintar los tonos que sólo verán los que madrugaron para honrar su esfuerzo.
Guardo espacio en mis sentidos para no perderme de nada en este viaje al sur, lo más al sur que he estado.

Germán Alberto Abreu.-

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