lunes, 20 de julio de 2009

El contexto de un pasajero


Las caras en un terminal son un mundo. Hay varios tipos de terminales de pasajeros, y según el terminal, la cara. Estoy convencido de que las peores son las que se encuentran en los terminales de autobuses. Todos tienen cara de que no quieren viajar, los rostros están grasientos, vetustos, arrugados y desganados.

Pareciera que esperan algo que no va a llegar. Es seguro que si se enciende alguna alarma de emergencia la gente va a abandonar el lugar con absoluta paciencia, sin apuro, sin siquiera golpearse unos con otros. Posiblemente habría quien se queje de esa interrupción que alertó sus pensamientos y decida quedarse en su lugar.

El smock produce un efecto aletargante, el ruido de los motores encendidos bloquea las complejas operaciones cerebrales y todos quedan sólo con los razonamientos básicos. Si les parece que es exageración traten de establecer una conversación con los dependientes de las taquillas expendedoras de boletos. Están en un estado anímico del que probablemente no saldrán ni con varios años de vacaciones. Sus ojos están vidriosos de tanto mirar a través de una ventanilla, sus manos resecas y manchadas de tanto contar dinero, sellar boletos y tocar otras manos, su voz no supera los treinta centímetros de alcance y sus cabellos siempre, siempre parecen haber sido víctimas de una venganza inesperada.

Es fácil saber si un pasajero viaja con frecuencia o esporádicamente. Tienen mañas, técnicas, gestos e imprudencias que permiten especular con un alto grado de acertividad.

Pocas veces un reloj es tan importante como en un terminal, todos se comportan como si de su reloj dependiera que su transporte salga a tiempo; lo miran con pesar y esperanza. Hay quienes no llevan más equipaje que el de mano, otros llevan grandes maletas que son objeto de burla de los caleteros y choferes.

El punto es que a pesar de todas las menudencias que giran en torno a un pasajero, su cara no cambia. Quedó petrificada por horas, quizás hasta que suenen los parlantes con el anuncio de su salida. Allí, probablemente levante una ceja. Son dueños de la frente arrugada, tienen la patente del ceño fruncido y los derechos legales sobre los labios apretados.

Ojala cada quien pueda llegar a su destino. Que el que no quiera ir se quede, y el que se quiera ir se vaya. Que el tiempo sea amable con todos y la paciencia no los abandone.

“Nadie es culpable de la cara que tiene, pero sí de la cara que pone” Autor desconocido.

(Escrito en un terminal)

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